Valorar y crear el espacio perfecto.
“No hay que esperar a que las cosas sean perfectas”. Elisa menciona esto como su mayor aprendizaje tras un año de pandemia en el que creó el escenario ideal para ensayar, sin la mejor iluminación o el piso perfecto. Se adaptó al cambio después de episodios de ansiedad y frustración por ver desigualdad de condiciones entre el gremio y por enterarse de recortes laborales.
“Siento que nosotros como bailarines siempre esperamos las condiciones perfectas para bailar, estamos ya muy acostumbrados y al no tenerlas te hace valorarlas más. Ahora me siento inspirada en mi sala, puedo improvisar y disfrutarla de igual manera que si estuviera en un teatro. Se me ocurren coreografías”.
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Fueron 12 meses para visualizar nuevas oportunidades y hacer cosas que antes no entraban en agenda. Crear un huerto urbano en casa, cursos de cocina, mirar series y mejorar el espacio. La vida antes de la pandemia se resumía en ensayos, llegar a casa, ponerse hielo y dormir. Al mismo tiempo, el ritmo ajetreado de ensayos desarrolla en los bailarines la necesidad de sentirse entrenados para alcanzar un objetivo.
“Estar sin actividad durante todo un año e intentar estar entrenado llega a ser un poco frustrante. A veces ha sido muy agobiante ver a través de redes sociales que hay muchos bailarines que tienen todas las condiciones para hacerlo. Yo me veo aquí en mi sala y no me quiero quedar atrás. Ahora ya me acostumbré y entendí que tengo otras condiciones”.
La incertidumbre de la pandemia, además de lo económico, significó un año menos en la carrera de un bailarín profesional, que es corta.
“Por ejemplo, tengo 32 años, pero si tuviera 20 a lo mejor no me afecta. Estoy en mis últimos años y quisiera seguir manteniendo el nivel. Estoy haciendo lo mejor que puedo con las condiciones que tengo”.
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Desde hace 13 años, Elisa es bailarina de la Compañía Nacional de Danza de México, actualmente con la categoría de Primer Solista. Su sueldo continuó íntegro, pero los ingresos extra por proyectos cayeron. No todos los bailarines en nuestro país mantuvieron el empleo. Elisa cuenta que la Compañía Nacional de Danza, el Ballet de Monterrey recortó a la mitad de sus bailarines.
“Vamos cada mes con la esperanza de que nuestros contratos continúen. Nos ha tocado ver cómo compañías y escuelas de danza han cerrado. Afortunadamente la Compañía Nacional de Danza mantuvo todos sus contratos y nos acaban de extender este 2021, pero tuvimos un recorte presupuestal casi del 75%, algo que afectará a la compañía, porque no habrá recursos para ninguna producción cuando se pueda volver a los teatros”.
Danza sin estereotipos
La Danza Clásica se expresa sublime, estética, equilibrada, pero qué tanto de eso habita en el interior de cada bailarín. Pararse de puntillas puede volverse un proceso doloroso en todo sentido paradigmático. Control alimenticio, de peso, deformación de los pies, riesgo de lesiones, fatiga mental y física. ¿A qué edad se debe tomar una decisión para estar a tiempo y disfrutar a plenitud la Danza?
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Elisa Ramos Brossier, bailarina de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA, y con una lista de más de 10 roles principales en ballets en su repertorio, nos cuenta de los obstáculos que ha conocido y los que ella también ha enfrentado.
De entrada, la desigualdad entre hombres y mujeres en el acceso a las oportunidades.
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“Sigue siendo la misma mentalidad de que el ballet es sólo para las mujeres y eso es erróneo, es decir, el ballet no podría serlo si no hay hombres. Recuerdo que mi escuela daba la opción de que los niños no entrarán al ballet a los 10 años sino a los 18, una edad en la que la decisión podría ser independiente a la decisión de los padres”.
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La desigualdad de género a la que normalmente se apunta hacia las mujeres. La delicadeza del ballet, el color rosa y los movimientos no tienen género. Elisa trabaja en un proyecto que rema contra estereotipos:
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“Hace dos años formé una asociación civil que se llama Ciudad en Escena, que contribuye a la preservación y creación del arte dancístico en México. Nos dedicamos a compartir el ballet de una manera diferente para personas que no tienen ningún conocimiento de danza, damos plática para que se pueda entender qué es el ballet como profesión y combatir los falsos estereotipos”.
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¿Viviste inseguridades en el proceso de formación?
“Sí, de mi estatura siempre me dijeron que era muy bajita, que las bailarinas no eran así, cosas bastante absurdas que te meten en la cabeza. Tengo 32 años y mido 1.58 m. Tuve bastantes inseguridades, tanto que hice 9 años de carrera porque repetí el segundo año de ballet. A los 11 años estudié también introducción a la gastronomía, porque justamente tenía incertidumbre, no me sentía con la fortaleza de tener una oportunidad, un contrato, porque sentía competencia, dudé de mis capacidades”.
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¿Qué tan necesario es el coaching mental para las niñas?
“Es bastante necesario, es una carrera que a diferencia de otras desde los 10 años ya estás estudiando una licenciatura, algunas escuelas piden internados, entonces prácticamente te tienes que volver independiente. Jornadas de 7:00 am a 7:00 pm. Pedí asistencia psicopedagógico en la UNAM en la época de concursos”.
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¿Quiénes son las mujeres de tu vida, Elisa?
“Una de ellas es mi hermana Mariana, ha sido desde niña mi ejemplo en tenacidad, disciplina. La otra mujer es la bailarina argentina Marianela Núñez, estrella del Royal Ballet de Londres y figura mundial de la danza. Ella es el reflejo de la bailarina que a me gustaría ser, donde encuentro inspiración y ganas de seguirme superando”.